Friday, February 11, 2011

Ética del fotoperiodismo

La fotografía es una
lectura, no una escritura.

—Ferdinando Scianna


No es distinta la ética del periodismo a la del fotoperiodismo, como si se tratara de una subética. Se sabe, por la experiencia de los últimos años, que el comportamiento de los “fotógrafos de asalto”, como no de manera amable se suele llamar a los paparazzi, ha tenido que reglamentarse con aún más rigor desde que algunos de ellos acosaron sin piedad a la princesa Diana antes de que sucumbiera en bajo el puente el Alma de París.
Desde que los hombres empezaron a organizar su sistema de dudas, como dice Borges, se han preguntado lo que está bien o no en todos los campos. Lo importante es no hacer el mal a nadie. Si no es lo mismo la mentira que la falsedad es porque la proposición del falsario conlleva mucho de engaño y de mala fe. Manipular una foto, borrarle personajes que han caído de gracia, es una de las clásicas manipulaciones de la verdad en los fallidos estados socialistas del Este, especialmente de la época staliniana y también en la de Mao en China.
De todos esto versa el reciente libro del siciliano Ferdinando Scianna titulado Etica e fotogiornalismo, fotógrafo que sabe escribir.
De hecho la intrusión de la fotografía en el panorama cultural es relativamente reciente: hace menos de dos siglos. Muchos creen que ya es urgente enfrentar los problemas éticos del fotoperiodismo. “A mí no me lo parece. La ética es la ética”, dice Scianna (nacido en Bagheria en 1943). “No creo que haya una ética específica del
periodismo con su subsecuente ética del fotoperiodismo. La fotografía muestra, no demuestra. Nos hace ver al muerto, no la causa de la muerte. En cuanto al asesino, casi siempre nosotros lo ponemos.”
El principio del debate sobre la ética del fotoperiodismo se puede fechar hacia 1855 cuando la casa real inglesa invitó al fotógrafo Roger Fenton a cubrir los campos de batalla de la guerra de Crimea con fotos que desmintieran las atroces condiciones de los combatientes. Fenton lo hizo de manera falsa y admirable.
Scianna recuerda el caso de aquellos musulmanes que fueron retratados detrás de unas alambradas de púas pero que, según denunció el periodista alemán Thomas Deichmann, no estaban en un campo de concentración y exterminio sino en uno de refugiados. Esas imágenes, que le dieron la vuelta al mundo, terminaron por considerarse como pruebas de las actos criminales de la limpieza étnica de los serbios.
No es la primera vez que publica Scianna un libro de textos. Ya lo había hecho en Obietivo ambiguo, donde reúne sus reportajes, conferencias, prólogos, presentaciones para catálogos. Desde 1967 vive en Milán y trabajó para el semanario L’Europeo como fotorreportero y luego como corresponsal en París durante diez años. Estuvo en Praga en el momento de la invasión soviética en 1968. Propuesto por Henri Cartier-Bresson, se incorporó a la agencia Magnunm en 1982. Su más importante exposición tuvo lugar en París el año pasado: La geometria e la passione.
La parte fotográfica de su libro sobre ética del fotoperiodismo es de lo más interesante: es un catálogo de fotografías trucadas, manipuladas, como la de la bandera de Iwo Jima, o las imágenes de Stalin que desaparece a sus acompañantes en el cuarto oscuro.

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