Sunday, April 02, 2006

Ivonne Venegas

EL ESPEJO DE LAS GEMELAS

Julieta y yo teníamos lunares
con los que mi papá nos identificaba.

-Yvonne Venegas


El problema del doble apareció mucho antes en la literatura que en la psiquiatría. Poetas y narradores prefreudianos, como Hoffmann, Edgar Allan Poe, Fedor Dostoievski, entrevieron en las capas oscuras de la personalidad la presencia física, real o imaginaria, de un “doble” en el que -nos informa Mario Pratz- el hombre cree ver la sombra de sí mismo proyectada por el inconsciente. Hoffmann, en Los elíxires del diablo, presenta el desdoblamiento de la personalidad como un fenómeno que convoca las potencias del mal, la instancia demoniaca que todos llevamos dentro.
Tanto Poe en su cuento “William Wilson” como Dostoievski en su novela El doble vislumbraron la comparecencia de la otra voz, el otro yo, el yo dividido, y confeccionaron diálogos del protagonista consigo mismo como si hablara con su propia conciencia. El yo narrador de Poe se ve tan acosado por las admoniciones de William Wilson, su doble: “una imitación de mi persona”, que termina por matarlo.
En el caso de Dostoievski, cuyos personajes siempre tienen un doble, la segunda voz no puede fundirse con Goliadkin. “Al contrario”, dice Mijail Bajtín, “en ella suena cada vez más el tono de una mofa traicionera. Esa voz provoca y se burla de Goliadkin, y al fin se quita la máscara. Aparece el doble. El conflicto interior se dramatiza; se inicia el juego de Goliadkin con el doble.”
Sin embargo, la más celebre historia de un desdoblamiento fue imaginada por Stevenson en El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hhyde, a partir de un sueño. El monstruo de lo que podría ser una metáfora de la depresión, o de la esquizofrenia, se apodera del doctor Jekyll y lo conduce a atropellar a una niña, tal y como asesina a un niño otro personaje desdoblado: Frankenstein, de Mary Shelley.
“Al otro, a Borges, es a quien ocurren las cosas”, escribe Jorge Luis Borges en “Borges y yo”.
“De Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores... No sé cuál de los dos escribe esta página.” ¿Y qué decir de su cuento “El otro”, cuando a Borges se la aparece Borges en Boston, frente al río Charles?
Los temas de la literatura se deslizan sin transición aparente a los de la vida misma y el de la otredad (el otro, el doble, el desdoblamiento, la identidad personal) circuló mucho, por lo menos hasta mediados de los años sesenta, en los estudios sobre los gemelos. Se tenía la esperanza de discernir algunos de los enigmas de la esquizofrenia y efectivamente los análisis no fueron del todo ociosos, cuando se trataba de gemelos autistas o retardados. Sin embargo -cuenta Oliver Sacks en su inquietante libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero- la realidad es mucho más extraña y compleja y menos explicable de lo que sugiere cualquiera de esos estudios.
En el relato que incluye, “Los gemelos”, Sacks se cuida de no generalizar y se refiere en concreto a los gemelos John y Michael que conoció en 1966 y llegaron a ser famosos por su excepcional memoria para los números y su capacidad para decir en qué día de la semana caía una fecha cualquiera de los próximos cuarenta mil años.
Lo que Sacks siente es que hay que verlos sin prejuicios, como individuos, no como “sujetos”, sin el ansia de delimitar o demostrar. “Uno ve que hay algo actuando allí que es sumamente misterioso, uno ve potencias y profundidades de un género quizá fundamental.”
Ciertamente no es fácil y sí muy angustiante el proceso de individuación por el que tiene que pasar el recién nacido durante sus primeros meses en este mundo, para volverse autónomo y distinguirse del otro y es de suponer que para los gemelos este paso puede ser una zozobra. Pero cada cabeza es un lenguaje y cada ser humano, irrepetible, afortunadamente. Por eso me ha conmovido mucho la valentía y la salud -y el talento- con que la fotógrafa Yvonne Venegas se ha atrevido a abordar el tema de la gemelidad -es hermana de la estupenda cantante y compositora tijuanense Julieta Venegas- en su libro El tiempo que pasamos juntas, de textos y fotografías, que adelanta en parte la revista Luna córnea, en su número 14.
“Tengo mis teorías acerca de relaciones como la nuestra. Creo que el haber compartido el vientre materno nos ha asignado a cada una una parte de lo que sería el temperamento de un individuo. Entonces se puede decir que al nacer nuestros temperamentos eran ambos el extremo del otro. Tal vez es como las relaciones de pareja de muchos años, en las que ya acostumbrados a estar juntos, han ido acomodándose a ser parte el uno del otro.
“Me han preguntado muchas veces si tomarle fotos a Julieta no es como tomarme fotos a mí misma. Pero vivir con una persona que es físicamente igual a uno desde que nació, no te convierte en un espejo de ella sino en su opuesto”, escribe Yvonne.

No comments: